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Juan Negrín

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Juan Negrín

Médico, socialista y jefe del Gobierno de la II República española

Gabriel Jackson

  • 29,50 €
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Sinopsis

Si hay algún dirigente republicano denostado (todos lo fueron) hasta la crueldad más insaciable por los vencedores de la guerra civil, éste fue, sin duda alguna, el doctor Negrín. Por su parte, los gobiernos democráticos posteriores a la dictadura no han tenido el coraje --o nunca tuvieron la más mínima intención-- de reivindicar una figura que no hace más que ennoblecerse con el paso del tiempo.

El gran historiador norteamericano Gabriel Jackson, que hace 40 años escribió el que, sin duda, fue durante decenios el mejor libro sobre la República y la guerra civil, nos ofrece aquí una visión poliédrica de Juan Negrín como fisiólogo, como médico, como profesor, como lingüista y como gestor financiero. Y nos cuenta cómo el doctor Negrín sacrificó su vida de científico, primero, para consagrarse por entero a la joven República española y, más tarde, para defenderla hasta el fin contra el levantamiento militar.

Tanto en su condición de ministro de Hacienda responsable del envío del oro de la República a la Unión Soviética, como en su papel de jefe del Gobierno dispuesto a cooperar con los asesores militares rusos y, sobre todo, a llevar hasta el límite su consigna de "resistir es vencer", la figura de Juan Negrín que se nos aparece aquí de la mano de Jackson, quien no oculta ni minimiza ninguno de sus fallos como ser humano, es no ya la del líder más capaz de todos los de la República, sino también la de un estadista de talla europea que supo ver con mayor lucidez que sus colegas británicos o franceses en qué iban a desembocar las agresiones de Hitler y Mussolini.

Datos técnicos

Colección Contrastes
Páginas 480
Formato 15,5 x 23 cm
Encuadernación Tapa Dura
Código 968821
ISBN 978-84-8432-996-1
Fecha de disponibilidad 23/10/2008

Más información

Capítulo 1
Juan Negrín como persona


JUAN NEGRÍN SIEMPRE FUE considerado una persona más bien extraordinaria,
con absoluta independencia de los diversos cargos que desempeñó:
ya fuera como profesor de fisiología, como parlamentario
socialista o ministro de Hacienda durante la Guerra Civil o, finalmente,
como jefe de gobierno de la República. Así pues, y antes de adentrarnos
en las diversas facetas de su vida como hombre público, merece
la pena examinar su entorno familiar, los rasgos fundamentales de
su personalidad, sus muchas aptitudes e intereses, su educación, su
punto de vista filosófico y su manera de comunicarse con los demás.
Las islas Canarias eran notablemente diferentes del resto de España,
tanto en lo que respecta a la economía como en la concepción del
mundo exterior. En la España peninsular de finales del siglo XIX había
tres puertos modernos: Barcelona, Bilbao y Valencia. Cada uno
contaba con un buen desarrollo industrial en los aledaños y con relaciones
comerciales y financieras importantes en Europa y América.
Pero la mayor parte de la España peninsular continuaba gestionando
la agricultura, la ganadería, la pesca y los bosques de un modo
precapitalista. La mayoría de los españoles dependían de los productos
locales y tenían escaso conocimiento, o interés, por el mundo exterior.
Las islas Canarias, en cambio, desde el siglo XIX y hasta hoy,
han estado muy involucradas en el comercio mundial y muy al día de
los cambios tecnológicos. Quizá han sido el centro más importante
de suministro para los cargueros que navegaban entre los países europeos
industrializados y sus colonias africanas, las de aquel momento
y las de épocas anteriores. Desde los tiempos de Cristóbal Colón,
las Canarias han sido de gran importancia para los buques que
hacían la travesía entre el sur de Europa y Latinoamérica. Siempre
hubo canarios entre los emigrantes europeos al Nuevo Mundo, y a
partir del siglo XIX formaron extensas comunidades en las ciudades
portuarias de México, Cuba, Venezuela y Colombia.
Juan Negrín Cabrera (1864-1941) era hijo de un talabartero de
ingresos modestos que vivía en la ciudad de Telde, una población en
la montaña, al norte y a unos diez kilómetros del puerto de Las Palmas,
entonces en pleno desarrollo. Se había educado en el seminario,
como becario y servidor al mismo tiempo, pero decidió no hacerse
sacerdote. Obtuvo la máxima calificación meritissimus en latín,
castellano e historia de España, y la segunda benemeritus en psicología,
lógica, ética y geometría y trigonometría.1 Se reveló en seguida
como persona de gran habilidad para el comercio y prosperó rápidamente
en el mundo de los negocios. A ello contribuyó su matrimonio
con María de los Dolores López y Marrero, hija de una familia de
pequeños terratenientes y en mejor posición económica que la familia
de Negrín Cabrera. Se trasladó a Las Palmas, ciudad portuaria en
pleno desarrollo, y allí prosperó como agente inmobiliario y como
comerciante en la exportación de plátanos y tomates y en la importación
de vino y hortalizas de calidad.
Es evidente que Juan Negrín Cabrera tenía, además, buen ojo para
valorar los terrenos y, sobre todo, una finísima intuición en cuanto al
futuro desarrollo de la ciudad de Las Palmas. Compró grandes extensiones
de dunas de arena que con los años se convertirían en edificios
para oficinas, casas de pisos y viviendas unifamiliares, centros comerciales,
almacenes, garajes, despachos oficiales, etc. Los dos cuñados
solteros, Benjamín y Sinforosa López y Marrero, vivieron con la joven
familia Negrín López desde mediados de la década de 1890. Ambos
participaron en alguno de los negocios de Negrín Cabrera y también
en los intereses bancarios de sus parientes Marrero. En 1910 Juan
Negrín Cabrera fue elegido miembro del Cabildo, con especial responsabilidad
en el área de estadística municipal y de control de cuentas.
A consecuencia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), sus
ingresos quedaron muy mermados ya que la prosperidad de las Canarias
dependía casi totalmente del comercio que se desarrollaba en
tiempos de paz. Pero en la década de 1920 resurgió el crecimiento
económico. La continua inmigración de ingleses, franceses y otros europeos
que trabajaban en el mundo empresarial, profesional y administrativo,
representó una sólida aportación tanto a las inversiones en
negocios como al patrimonio inmobiliario. De hecho había pasado a
ser una de las personas más prósperas en la isla de Gran Canaria y,
del mismo modo que muchos colegas millonarios, disponía de cuentas
bancarias cuantiosas y activos en divisas en varios bancos y bolsas
de Europa y del mundo occidental.
El matrimonio Negrín López tuvo tres hijos. Los tres nacieron y
se criaron en la casa de Triana, en el centro de Las Palmas, y en las
propiedades de Negrín Cabrera. Juan, el futuro fisiólogo y líder político,
nació el 3 de febrero de 1892, Dolores en 1893 y Heriberto en
1895. Los tres fueron personas inteligentes, sensibles y aplicadas en los
estudios. Y los tres mantuvieron una estrecha relación entre ellos, a
pesar de las grandes diferencias de temperamento y de puntos de vista.
Parece que ninguno tenía por costumbre escribir cartas ni tampoco
mantener un diario personal. Tanto en 2003 como en 2005 pasé
varias semanas investigando en Las Palmas. Conocí entonces a varios
miembros ya mayores de las familias Negrín y Marrero, pero
ninguno de ellos tenía un recuerdo claro de Juan Negrín Cabrera ni
tampoco de su famoso hijo. Sin duda eran personas inteligentes,
conservadoras y, por lo general, cordiales. Incluso uno de ellos había
sido procurador en las Cortes de la época franquista. Me mostraron
fotos interesantes de sus casas, tomadas en las primeras décadas del
siglo XX, en las que se mostraba el estilo de arquitectura, de jardines,
de mobiliario que les gustaba. Pero a excepción de una sola persona,
sus simpatías políticas, y quizá la falta de intereses intelectuales y
científicos, no les predisponían a mostrar interés alguno por la carrera
de un fisiólogo y un jefe de gobierno socialista que, después de
todo, resultaba ser su primo.
Menciono esta atmósfera conservadora, cortés y de prosperidad,
porque este ambiente familiar ayuda a comprender algunos rasgos
de Juan Negrín que pueden resultar extraños en un socialista, y que de
hecho exasperaban a algunos colegas del partido. En la paz, en la
guerra, en las secuelas desastrosas de la guerra, Juan Negrín siempre
fue bien vestido, frecuentó restaurantes excelentes y se alojó en los
mejores hoteles. Si compraba ropa blanca para el ajuar de una casa,
siempre era de la mejor calidad y en abundancia; su nieta en París todavía
usa unas sábanas que su abuelo había comprado cuando ella
era niña. Le encantaban el teatro, los conciertos y los libros buenos,
y pagaba generosamente por tener las mejores localidades y las mejores
ediciones. Durante la década de 1920, su casa y su laboratorio
médico estaban en la calle de Serrano, una de las más prestigiosas de
Madrid. Era una persona insólita entre los profesores universitarios
de aquellos años porque era propietario de un automóvil espacioso y
potente, que también utilizaba para trasladar a colegas socialistas o
de la UGT buscados por la policía. En las primeras semanas de la
Guerra Civil también lo utilizó para trasladar a estudiantes y trabajadores
voluntarios hasta el frente Norte de Madrid. Así pues, en
muchos de sus hábitos personales, y también en sus gestos de amistad,
era realmente como un Negrín o un López o un Marrero, es decir,
un descendiente de la burguesía de las islas Canarias, que no se
sentía cohibido por vivir con comodidades materiales. En lo que sí se
diferenciaba de su familia era en su visión política: parlamentario socialista
durante toda la vida y absolutamente agnóstico.
De los tres hermanos Negrín López, Juan, el primogénito, era
además el más brillante con diferencia. Dolores y Heriberto sacaron
buenas notas en lenguas, humanidades y religión. Pero Juan obtuvo
las máximas calificaciones en todos los cursos de primaria y secundaria,
y en todas las asignaturas, ya fueran de ciencias o de letras. Su
madre era mucho más religiosa que su padre, y Juan fue a una escuela
primaria de la Iglesia en Las Palmas. Pero cuando llegó a la secundaria,
su padre, que seguramente debía sentirse orgulloso de tener
un hijo que destacaba tanto en los estudios igual que él y que, también
como él, había decidido no ordenarse sacerdote, lo envió al Instituto
Técnico de Tenerife. Obtuvo la máxima calificación en física,
química y lenguas extranjeras, y recibió el título de bachiller con tan
sólo catorce años.
Debido a los negocios, Negrín Cabrera se relacionaba frecuentemente
con representantes de empresas extranjeras en Las Palmas.
Parece ser que uno de sus socios alemanes le recomendó un colegio
en Hildesheim, un excelente internado donde su hijo podría aprender
alemán y adaptarse a la forma de vida de Alemania. Unos meses
más tarde, Juan escribió una carta satírica, pero también informativa,
a un amigo de Las Palmas. Según decía, después de viajar desde
el puerto de Hamburgo hasta la ciudad de Hildesheim, se encontró
con que el colegio en cuestión no admitía internos y que los alumnos
del centro sólo se preparaban para el título de bachiller, un título
que por supuesto Juan ya tenía. Regresó a Hamburgo y pasó varias
semanas gastando un buen montón de dinero en busca de una pensión
donde poder aprender idiomas y recibir además comidas sabrosas.
Al relatar sus aventuras, se burla tanto de los habitantes del lugar
como de los muchos estudiantes hispanos, incluido él mismo,
por ejemplo porque son incapaces de bailar; pero de alguna manera
se las ingenia para pasárselo bien en algunos bailes y fiestas de disfraces.
Con respecto a las diversas pensiones que va probando en
Hamburgo y Kiel, explica que al numeroso grupo de españoles y latinoamericanos
no se les exige que hablen alemán. Pero dado que él
comenzó en seguida los estudios de medicina en la Universidad de
Kiel, es obvio que tuvo que hacer un gran esfuerzo, y con éxito, para
dominar el idioma.2
De hecho, durante el primer año en Kiel logró, además, un buen
dominio del inglés y del francés, aunque no sé si los había estudiado
antes de ir a Alemania. Por el contexto de la carta, parece deducirse
que viajaba solo. En cualquier caso, no menciona a sus padres, ni a
parientes ni a otro guía adulto. Al año siguiente, a la temprana edad
de dieciséis años, se trasladó al Instituto Carl Fischer en la Universidad
de Leipzig. No se conservan cartas ni documentos oficiales que
expliquen este traslado. Pero puesto que a Negrín, profesionalmente,
siempre le interesó más la investigación en fisiología que ejercer
como médico, es probable que la explicación sea que sus profesores
de Kiel le recomendaran Leipzig como el mejor centro para especializarse
en fisiología. Otra explicación probable, aunque tampoco
hay documentación disponible, es que el padre de Juan tuviera plena
confianza en el criterio de su hijo y estuviera dispuesto a respaldar
las decisiones del chico con respecto a su propia carrera.
En la carta a su amigo Benítez que acabo de citar, escrita desde
Kiel, una de las principales bases navales del imperio alemán, es evidente
que los sentimientos del Negrín adolescente ya simpatizaban
entonces con los socialistas. No está de acuerdo con que sólo los hijos
de los ricos puedan convertirse en oficiales de la marina. En cualquier
caso, tenía sentimientos antimilitaristas y la carta termina con el grito
de la Revolución francesa «Libertad!!! Igualdad, Fraternidad», en la
que el triple signo de admiración es su añadido personal. Por cosas que
dijo muchos años después a colegas del Partido Socialista en España,
queda claro que intuitivamente le desagradaba, y siempre recordaba,
el ambiente militar de la Alemania anterior a 1914.
En Leipzig, igual que en Tenerife y en Kiel, fue un estudiante destacado.
En 1912 terminó el doctorado en medicina y también en fisiología.
Al profesor Theodor von Brücke, jefe de departamento y
uno de los fisiólogos de mayor reputación entonces, le llamó la atención
el trabajo de aquel joven ayudante de laboratorio. Entre 1912 y
1916, Negrín, convertido en asistente numerario en fisiología experimental,
publicó cinco artículos de investigación firmados juntamente
con Von Brücke. Además tradujo al alemán, y para que fuera
publicado, L'Anaphylaxie, un estudio de las reacciones alérgicas intensas
y a veces fatales realizado por Charles Richet, el francés premio
Nobel de Fisiología en 1913. Al estallar la guerra en agosto de
1914, varios profesores de Negrín fueron llamados a filas. En el curso
académico 1914-1915, este joven español inmensamente dotado
(el primer español que se doctoró en Leipzig), sustituyó a los catedráticos
ausentes impartiendo clases de fisiología, en alemán por supuesto.
Un fisiólogo español más bien escéptico, por razones que expondré
en otro capítulo, en cuanto a la capacidad de Negrín como
investigador científico, aventuró que a Negrín le ofrecieron el puesto
docente debido a la escasez de profesorado en tiempos de guerra más
que a su destacada capacidad. Pero puesto que también pasó a ser
Privatdozent, es decir, docente y tutor, a quien se reconoce específicamente
su capacidad académica aun cuando no sea miembro de la
facultad con dedicación plena, me parece razonable dar por supuesto
que quienes habían sido sus profesores lo tenían por persona de
gran competencia científica y lingüística.
Juan Negrín era de natural muy activo e impulsivo. Su hermano
menor, hombre afectuoso y en cierto modo más tranquilo, solía llamarle
«polvo».3 Conoció a una joven estudiante de piano, muy
atractiva y vivaz, María Fidelman Brodsky Mijailova. Era hija de un
hombre de negocios, judío ucraniano, que se había instalado en Alemania
hacia finales de siglo. En aquellos años los disturbios antiju -
díos eran frecuentes en la Rusia zarista. Alemania, en cambio, les parecía
a los judíos de la Europa del Este no sólo un país muy civilizado
sino también bastante tolerante. No tengo detalles de su noviazgo.
Pero los hijos de Negrín, Juan y Miguel, en dos ocasiones diferentes,
comentaron que su padre rascaba un poco el violín, que sus padres
solían tocar dúos y que los chicos disfrutaban burlándose ante la incompetencia
de su padre frente al verdadero talento y la buena preparación
de su madre. Juan y María tenían la misma edad y se casaron
a los veintidós años. El 9 de febrero de 1914 se celebró la
ceremonia civil y el 21 de julio la católica. El primer hijo nació en
Alemania en el mes de octubre. El nacimiento se inscribió oficialmente
en Madrid, en noviembre, cuando el joven matrimonio iba de
viaje a Las Palmas para reunirse con los padres de Juan.
Se sabe muy poco acerca de la calidad de vida del matrimonio. Vivieron
juntos unos doce años durante los cuales fueron con frecuencia
a Las Palmas para visitar a la familia. El abuelo Juan pasaba temporadas
con ellos en Madrid para disfrutar de los nietos. Los niños
iban al Instituto Escuela, un centro escolar progresista y no confesional.
Muchos intelectuales de primera fila, así como profesionales del
teatro y del arte llevaban a sus hijos a esta institución. Ni el doctor
Negrín ni su esposa eran católicos practicantes. Cuando registraban
el nacimiento de sus hijos utilizaban Mijailov como apellido materno
en vez de Brodsky, que podía identificarse como judío. Los abuelos
Negrín López estaban acostumbrados al agnosticismo de su hijo,
pero no sabemos cómo se sentían con respecto a una mujer de familia
judía que hablaba alemán o francés con su hijo, es decir con su esposo.
Sabemos que el matrimonio Negrín López era gente discreta y
cortés, pero también muy conservadora en cuanto a religión, política
y comportamiento en general.
Los Negrín tuvieron cinco hijos en diez años. Los tres chicos vivirían
muchos años en Estados Unidos después de la Guerra Civil, con
buenas carreras profesionales. Juan, su hijo, fue un neurocirujano de
renombre, y Rómulo y Miguel ingenieros. Pero perdieron dos niñas.
María falleció a los diez años, en una epidemia de tifus en Madrid. Y
Dolores, al nacer, ahogada por su propio cordón umbilical, un terrible
percance bastante frecuente en aquellos tiempos. Tanto el padre
como la madre se preocuparon toda la vida por el bienestar de sus
hijos y continuaron consultándose acerca de todo lo que se refería a
los niños a pesar de que prácticamente habían roto su relación matrimonial.
María Brodsky debió de sufrir lo indecible al perder casi
al mismo tiempo tanto a su última hija como la armonía, cualquiera
que fuera, en su vida matrimonial. Y lo que digo no procede de documento
alguno, es sencillamente una cuestión de sentido común
acerca de las relaciones humanas, especialmente las que se dan en la
clase media alta, la clase a la que María pertenecía tanto por procedencia
como por matrimonio.
Los veinte años que transcurren entre el regreso de Negrín de Alemania
y el estallido de la Guerra Civil (1916-1936) fueron los más
productivos de su carrera profesional: como investigador científico,
inventor de instrumentos para laboratorio, tutor de estudiantes universitarios
y participante activo en la Facultad de Medicina, en la biblioteca
y el laboratorio, así como en el desarrollo de la Ciudad Universitaria
cuya primera instalación resultaría tan dañada en la
batalla de Madrid. Dejo para otro capítulo su labor de investigador,
ya que deseo ahora resaltar su aspecto humano. Hay un dato interesante
que denota su aprecio por la investigación científica: en 1916,
a fin de poder entrar en el mundo académico, sus esfuerzos no se
centran en obtener una cátedra sino en lograr una dotación económica
para poder estudiar las técnicas de laboratorio más novedosas
en las universidades punteras de Estados Unidos. La respuesta de la
Junta para la Ampliación de Estudios fue que mejor dejar este proyecto
para el próximo futuro, y que por el momento convenía se integrara
en el mundo científico de España.
Santiago Ramón y Cajal, el primer español laureado con el Nobel
de Medicina, así como también otros biólogos y químicos de prestigio
en las universidades de España, tenía una excelente impresión de
los artículos publicados conjuntamente por Negrín y Von Brücke.
En 1916 y a instancias de Ramón y Cajal, Negrín, en vez de poner
rumbo hacia América, pasó a ser el primer director del nuevo laboratorio
de fisiología en la Residencia de Estudiantes. En 1918 le convalidaron
los doctorados de Alemania con calificación de sobresaliente.
El primer Congreso Internacional de Fisiología posterior a la
Primera Guerra Mundial se celebró en París en 1920. Negrín con
la ayuda puntual de alguno de sus estudiantes presentó el «estalagmógrafo
», un aparato que había inventado para contar el número y
el ritmo de diversos glóbulos en el flujo sanguíneo de las ranas utilizadas en el laboratorio. Este aparato ahorraba mucho tiempo, y
aburrimiento, a los investigadores que llevaban a cabo los experimentos.
En 1922 Negrín obtuvo la cátedra de fisiología y pasó a ser
decano de la Facultad de Medicina, hasta que en 1934 solicitó la excedencia
de ambos cargos debido a la acumulación de compromisos
con la nueva República. Además, entre 1927 y 1931 participó activamente
en el Comité para la Construcción de la nueva Ciudad Universitaria
como asesor informal del presidente, el doctor Florián
Aguilar, amigo personal de Negrín y dentista personal del rey Alfonso
XIII. Desde la instauración de la República en 1931 hasta el estallido
de la Guerra Civil, trabajó de hecho como presidente de este comité,
y a menudo se le veía vestido con un mono, echando él mismo
una palada de mortero, o explicando los planos a las personalidades
que visitaban las obras.
Las declaraciones y las memorias de varios discípulos destacados
ponen de manifiesto que Negrín dedicaba sus mejores energías al
desarrollo de los alumnos con mayor talento. Explicaciones prácticas
acerca de fenómenos complejos, lo que a veces les ahorraba horas
inestimables de lectura; insistencia en la importancia de las técnicas
de laboratorio y el conocimiento de otras lenguas, para poder
estar al corriente de los mejores trabajos que se hacían en Europa,
Asia y América; hipótesis originales e ingeniosas, que a menudo desembocaban
en experimentos con resultados importantes, y para
cuya publicación, Negrín a diferencia de la mayoría de los catedráticos
de prestigio había especificado que su nombre no debía constar
como uno de los «autores» si su única aportación era la de haber estimulado
ideas fructíferas. Se suscribió a diversas publicaciones extranjeras
que luego cedió a la biblioteca de la Facultad de Medicina.
Muchos estudiantes suyos recuerdan su insistencia en la dieta alimentaria,
el ejercicio físico y la importancia de las vitaminas, y todo
esto décadas antes de que el mundo reconociera la trascendencia de
estas cuestiones.
Con todo, no quiero dar la impresión de que estoy retratando a
un ángel. He conocido a más de un fisiólogo que acusa a Negrín de
no haberse ocupado de sus estudiantes. Explican que hacía un breve
discurso inaugural el primer día de clase y que luego no le veían ni en
las horas de laboratorio ni en el estrado a la hora de clase. Como catedrático
jubilado, sé que éste es un problema constante en muchas
universidades. El catedrático con talento y plenamente dedicado,
considera que «sus» estudiantes son mucho más importantes que la
mayoría de los alumnos corrientes que acuden a clase. Los primeros
son los que van a desarrollar nuevos conocimientos y avances científicos.
Los demás, si se toman en serio los estudios, a la larga también
lograrán la atención del catedrático. Pero si realmente no son más
que estudiantes corrientes en cuanto a capacidad y aspiraciones,
pueden aprender en los libros de texto y con los ayudantes de laboratorio.
Otro aspecto que puede dar luz a esta situación, es que Negrín
siempre fue consciente de su escasa habilidad como orador, y
que siempre, como catedrático de universidad y también como jefe
del Gobierno de la República en tiempo de guerra, supo que realizaba
su mejor trabajo con grupos reducidos. Volveré a tratar este aspecto
en próximos capítulos.
Ganar suficiente dinero para mantener a una familia de seis a
principios de 1920, y con el nivel de vida que quería para sí mismo,
no fue tarea fácil al iniciar su carrera en Madrid. Por estas fechas
también su padre estaba preocupado por recuperar la prosperidad
que había tenido antes de la Primera Guerra Mundial. Hay dos proyectos
de esta década que ponen de manifiesto la capacidad de Negrín
para los negocios. Por una parte, el laboratorio de análisis clínicos
instalado junto a su vivienda, que prestaba servicio a otros
médicos además de al propio Negrín, y que funcionaba con buenos
resultados. Muy pronto se hizo famoso por los informes detallados
de análisis y radiografías.4 Por otra, una aventura editorial: el primer
texto general de bioquímica, un campo relativamente nuevo, escrito
a propuesta suya por dos españoles, José Domingo Hernández Guerra,
colega suyo un poco más joven y también canario, y el destacado
alumno y futuro premio Nobel Severo Ochoa de Albornoz. Este
texto, conocido familiarmente como «El Guerra», se publicó varias
veces y fue utilizado, literalmente, por miles de estudiantes españoles
de biológicas. Los socios de Negrín en Editorial España fueron Luis
Araquistáin y Julio Álvarez del Vayo, destacados socialistas, amigos
personales de Negrín y cuñados entre sí. Además, Editorial España
publicó la traducción al castellano de una de las grandes novelas
también superventas mundial en torno a la Gran Guerra (1914-
1918), Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque.
Desde aproximadamente 1925-1926, Juan y María Negrín dejaron
de vivir como marido y mujer. Continuaron compartiendo la
misma casa, a fin de que ninguno de los dos perdiera el contacto con
los hijos, pero mantuvieron vidas privadas independientes. Hasta
que llegó la ley republicana de 1932, el divorcio no era legalmente
posible en España. Pero en cualquier caso, la señora Negrín nunca
estuvo dispuesta a considerar la posibilidad de divorcio, y su esposo
tampoco la presionó para ello. En 1932 presentaron una solicitud de
«separación de personas y de bienes». Las razones alegadas por Negrín
eran, entre otras, que su esposa le interrumpía cuando estaba
reunido con sus colegas, le insultaba delante de los niños y del servicio,
intentaba que los niños no vieran a sus abuelos Negrín, y le cargaba
con facturas cuantiosas sin consultarle previamente. En cuanto
a esto último, añadía que su esposa no había aportado ni dinero ni
propiedades al matrimonio, lo que a su vez nos abre un interrogante
acerca de lo que pudo haber pensado el suegro, un próspero hombre
de negocios, con respecto al matrimonio de su hija.5
Por otra parte, la separación nunca fue tan total ni tan agria como
se desprende del redactado del documento de separación. En los archivos
Negrín de Las Palmas y de París he visto cartas manuscritas
de los años cuarenta y cincuenta firmadas «Tu esposa, María» (el
subrayado es de ella). Las pocas cartas de él son breves y cordiales,
sin ser efusivas. Uno de los rasgos constantes de Juan Negrín en sus
relaciones humanas, ya fuera con familiares, amigos, antiguos amigos,
colegas, conocidos del cuerpo diplomático o bien de las clases
media y alta en Francia e Inglaterra, era el deseo de mantener una relación
civilizada, de no dejar de hablarse con personas que había conocido
a lo largo de su vida tan ocupada y azarosa. Antes de exponer
lo poco que creo saber de la vida sentimental de Juan Negrín,
quiero manifestar una opinión personal, y es que a casi todas las personas
les resulta extremadamente difícil ser totalmente sinceros a la
hora de hablar de amor y de sexo. Y Juan Negrín era un hombre en
el que se combinaba un exterior cortés y comunicativo con una extremada
reserva interior.
Hacia 1925 o 1926 conoció a una joven, amiga de las hijas de su
amigo personal Indalecio Prieto. Feliciana López de Dom Pablo, conocida
como Feli, había nacido en 1906 en un pueblo cerca de El
Escorial, a los nueve años quedó huérfana de padre y madre y fue a
trabajar como costurera, camarera y ama de llaves, en diversas ocasiones,
en el mismo hotel de El Escorial donde habían trabajado su
padre y su hermano mayor. Era una mujer de gran inteligencia, y una
gran lectora; se hizo socialista y antes de conocer a Juan Negrín ya conocía
a los Prieto desde hacía algún tiempo. No sé si la relación amorosa
creció pronto entre ellos. Por fotografías de familia, sabemos
que, al menos, fue una vez a Las Palmas, durante unas vacaciones de
verano, con Negrín y sus tres hijos para conocer a la familia Negrín.
En 2005 tuve una conversación telefónica con un amigo de infancia
de Rómulo y Miguel en Madrid; este amigo hablaba en un tono neutro
y sin entrar en más detalles, de la presencia normal de «la otra señora
» en el hogar de los Negrín, es decir, la que no era la madre de los
chicos. En las cartas entre Negrín y Feli de 1956, último año de la vida
de Negrín, los dos hablan de sus «treinta años juntos». En las cartas,
los dos se tratan de «usted». Por Carmen Negrín Fetter, la nieta adoptada
por Juan y Feli cuando la esclerosis múltiple dejó inválida a su
madre, sé que Negrín trataba de «usted» incluso a amigos próximos.
Según se desprende de muchos informes, era un hombre que prestaba
gran atención a los buenos modales y a la cortesía personal.
Hay un hecho curioso, y es que prácticamente ninguno de los
muchos colegas que han escrito acerca de Negrín, o que hablaron
conmigo acerca de las relaciones personales que tuvieron con él,
mencionaron jamás a Feli López. Anécdotas relacionadas con el
apodo de «Don Juan», como la gente se refería habitualmente al
doctor Negrín de forma un tanto burlesca, o «Casanova», parecen
haber dejado más huella en la memoria de esas personas que la presencia
discreta de Feli López. En los escritos de posguerra de Prieto,
hay muchas referencias a Negrín, que incluyen los hábitos
de buena mesa o la supuesta inclinación a las mujeres por parte de
su antiguo amigo, pero ni una sola palabra acerca de la amiga
de sus hijas que desde hacía más de diez años era la compañera de
Negrín.6
En los archivos de Marcelino Pascua hay unas alusiones, no del
propio Pascua sino de un amigo, en cuanto a las tremendas inclinaciones
heterosexuales de Negrín. Hay una anécdota divertida, y tal
vez cierta, en la que comenta que Negrín compartió los favores de la
misma dama con el no menos distinguido compatriota suyo, el general
José Sanjurjo, el cual había encabezado un fallido pronunciamiento
contra la República en agosto de 1932.
Esta historia también aparece en unas memorias privadas, escritas
a mano, de Raymond Moch, un muchacho de pocos años cuando
conoció a Negrín en 1931. Sus padres, Jules y Germaine Moch, destacados
socialistas franceses, formaban parte de los primeros amigos
extranjeros entusiasmados con la recién nacida República española.
Juan Negrín, como científico y como persona que hablaba francés
con fluidez, no tardó en iniciar una amistad con la familia Moch,
una amistad que duraría toda la vida. Raymond Moch fue un físico
de renombre y ya se había retirado de la cátedra en el Collège de
France cuando escribió esta breve memoria en diciembre de 1989.
Decía que, después de su padre, Juan Negrín era la persona que mayor
influencia había tenido en su vida. Lo describía como la persona
más «libre» que había conocido. Al escribir que Negrín había conocido
al general Sanjurjo, una persona bien conocida en la esfera pública
de 1931 cuando Raymond, un niño entonces, vino de viaje a
España con sus padres, dice también que «ils étaient même partagé
les faveurs d'une même femme» (hasta compartieron los favores de
una misma dama). Negrín y su esposa no eran felices juntos. Ella era
más la madre de sus hijos que la esposa de su marido. No se planteaba
el divorcio, y él no la presionó.
El joven físico Raymond escribe acerca del jefe del Gobierno en el
exilio, al que conoció en Londres y en París después de la Segunda
Guerra Mundial, y lo describe como una persona que vivía en la intersección
de tres mundos que raras veces coincidían: el mundo de la
política de altura, el mundo de la ciencia y el mundo de la jet set
-es decir, el de los que frecuentaban los hoteles de cinco estrellas y
los restaurantes famosos-. Le conocían muchos conserjes, metres y
taxistas. Antes de trasladarse a la que fue su última casa en Av. Henri
Martin, había estado en el Lancaster, un hotel pequeño y de lujo,
tranquilo, muy confortable y cercano a los Campos Elíseos. Poco antes
de su muerte, Negrín se había presentado a Charlie Chaplin en el
restaurante L'Alsacienne, y Raymond, que le acompañaba en esa
ocasión, entabló conversación con el gran actor.7
En relación a las anécdotas de la vida social de Negrín, un par de
fisiólogos retirados recientemente, que fueron alumnos de los estudiantes
de Negrín en los años cuarenta, es decir, la «tercera generación
» de estudiantes de Negrín, me han asegurado que éste tuvo una
relación conocida y prácticamente abierta con una de las mujeres de
la limpieza de la universidad. Tal vez se trata de una referencia parcialmente
errónea, sin nombre, a Feli, que trabajaba en un hotel en
El Escorial como he mencionado más arriba. En este punto, debo hacer
una adición a mi afirmación anterior de absoluto escepticismo en
cuanto a lo que la gente tiene que decir acerca de sus propias vidas
sexuales y las de los demás. Es un fenómeno de extraordinaria frecuencia,
que se da en personas de ambos sexos y de todas las clases
sociales, vender al por menor las historias «indecentes» de las personas
famosas que han conocido. Algunos de mis colegas historiadores
han dejado constancia, «con más dolor que ira», de su decepción
ante los supuestos hábitos sexuales de Negrín. No me cabe ninguna
duda de que siendo el hombre enérgico, cordial e infelizmente casado
que era, Negrín debió de tener algunas relaciones extramatrimoniales
a principios de los años veinte y/o durante la Guerra Civil.
Como tampoco me cabe duda, basándome en la lectura de las cartas
personales del archivo y en sus visitas a María en Nueva York en los
cuarenta y en los cincuenta, de que Negrín mantenía una relación civilizada
con su mujer en lo que concernía a sus intereses comunes
como padres. También me consta que desde 1939 hasta 1956, desde
el final de la guerra hasta su muerte, él y Feli vivieron y viajaron juntos,
como marido y mujer de hecho.
Volvamos ahora a los años de la República. Negrín se afilió al
Partido Socialista en 1929. Hacía ya varios años que era amigo y
contertulio de Prieto, Del Vayo, Araquistáin y otros. En alguna ocasión
había asistido como médico a Largo Caballero. Tenía tan buena
información de asuntos nacionales e internacionales como sus amigos
socialistas. No era marxista, pero durante su estancia en Alemania
había encontrado tiempo para estudiar un poco de economía
además de medicina y fisiología, y también había admirado el Partido
Socialdemócrata y sus organizaciones juveniles. En cuanto a sus
razones para haberse afiliado al PSOE, decía muy a menudo que era
el único partido con el programa y el personal necesarios para crear
una sociedad democrática y moderna en España. Igual que Prieto, a
quien consideraba su guía en medio del laberinto de la política en España,
Negrín creía en una combinación flexible de iniciativa y realización
empresarial pública y privada, y que el sector público debería
dedicarse necesariamente a infraestructuras, educación, sanidad,
ejército y fuerzas de seguridad.
Tal vez fuera también un francmasón. Pero hay escasos indicios e
información al respecto. El estudio autorizado de Aurelio Martín,
La Segunda República, Grupo Parlamentario Socialista, vol. 2, p.
1.234, dice que Negrín se inició en Alemania durante los años de estudiante,
pero no da información específica en cuanto a la logia o las
actividades personales. Juan Simeón Vidarte, en sus memorias Todos
fuimos culpables, p. 862, dice que una vez oyó decir a Negrín
que se había iniciado en Alemania, pero que nunca «regularizó» su
condición de miembro hasta que fue elegido para las Cortes de la
República. Según Vidarte, aparece en la lista del Diccionario de la
Masonería de Lorenzo Frau publicado en 1947.
En la «zona nacional» durante la Guerra Civil, y en los primeros
años de la posguerra, ser masón era un «crimen», y cualquiera podía
ser ejecutado bajo esa acusación. A los masones se les consideraba
enemigos de la Iglesia católica y de los diversos «valores» cristianos;
responsables, además, de la Revolución francesa y de los movimientos
independentistas de Latinoamérica a principios del siglo XIX.
Para muchos demócratas, incluido quien esto escribe, la masonería
es una forma de internacionalidad benigna y de tolerancia ideológica
general. Las logias y sus ceremonias facilitaban contacto social
entre hombres de distintas profesiones y nacionalidades que compartían
los mismos ideales de libertad intelectual y política. Esto es
sin duda lo que significaba la masonería para la mayoría de los líderes
republicanos y políticos socialistas en la España de la década de
1930, incluido Negrín en las pocas ocasiones en que pudiera haber
pensado en él mismo como masón. En realidad hay otra característica
de Negrín: no era un «afiliado» por naturaleza, ni siquiera a asociaciones
profesionales a las que habría sido de esperar que perteneciera.
Durante la investigación previa, escribí al Colegio de Médicos
de Madrid solicitando permiso para consultar el historial del doctor
Juan Negrín López, que había ejercido como médico y enseñado fisiología
en la Universidad de Madrid entre1920 y 1934. La respuesta
que recibí fue que nadie con este nombre había sido miembro del
Colegio. Cabe la posibilidad de que los archivos por los que preguntaba
hubieran quedado destruidos por las bombas o el fuego durante
la Guerra Civil, o tal vez retirados en algún momento a lo largo de
los 35 años de dictadura posteriores a la guerra.
Volvamos a cuestiones más verificables. La noche del 14 de abril
de 1931, cuando el rey Alfonso XIII decidió abandonar el país aunque
no abdicar de la corona, el doctor Negrín jugó un papel pacificador
en lo que habría podido ser un incidente importante. Un grupo
de trabajadores que celebraba la marcha del rey se había reunido
delante del palacio, en espera de poder izar la bandera de la República;
pero la policía, obviamente inquieta, había logrado mantenerlos
a distancia. Negrín era uno de los nuevos concejales. Conduciendo
su propio automóvil apareció en las inmediaciones del palacio real y
explicó a los que allí estaban que el rey sí había salido de Madrid,
pero que algunos miembros femeninos de la familia real se encontraban
todavía en palacio, y que por mera cortesía no había que molestarlos
mientras recogían sus pertenencias. A continuación preguntó
si había algún voluntario dispuesto a trepar por el muro y plantar la
bandera republicana en el exterior del balcón. Y así, en medio del
buen humor, la tensión se difuminó.8
Muchos comentaristas de la vida de Juan Negrín afirman que no
se definió políticamente hasta el advenimiento de la República y que
era un personaje bastante poco conocido cuando en mayo 1937 fue
nombrado jefe de gobierno en sustitución de Francisco Largo Caballero.
No sé quién pudo lanzar la idea de que Negrín era poco conocido
antes de su nombramiento como primer ministro, pero esta
afirmación requiere modificaciones. Después de sus años de estudiante
en Alemania, visitó las Canarias con frecuencia y la prensa de
Las Palmas dio cuenta de estas visitas. En 1928 la Junta Directiva del
Museo de Las Palmas le encargó la dirección técnica de una expedición,
en mulos, al yacimiento arqueológico de Cuevas del Rey. El
objetivo era excavar restos humanos, fragmentos de cerámica y tejidos
de la época guanche. Los isleños sentían una enorme curiosidad
por la cultura guanche, destruida en gran parte por sus antepasados
recientes, y pensaron que no había nadie tan preparado para llevar a
cabo esta expedición como el famoso y joven catedrático de fisiología
que daba clases en la Universidad de Madrid, que venía a la isla
con su familia para las vacaciones y que simpatizaba con el movimiento
federalista a favor de una mayor autonomía para cada una
de las islas del archipiélago canario.
También era una persona bien conocida en el ámbito académico:
por sus publicaciones, su participación en conferencias internacionales,
sus clases en la universidad, su gestión y dirección de varios laboratorios
y su participación en la construcción de la Ciudad Universitaria
de Madrid. Luis Araquistáin y Julio Álvarez del Vayo, dos
socialistas muy conocidos, eran amigos suyos. Hasta 1930 no participó
en la política activa, pero se sabía que su automóvil, y en caso necesario
también una habitación en su casa, estaban a disposición de
cualquier activista, estudiante u obrero, bajo amenaza de arresto. Así
pues, hacia finales de la década de 1920 Juan Negrín era una persona
bastante conocida, al menos para los lectores de prensa de las Canarias,
para el mundo universitario de España en general y para los socialistas
de la sección más amplia del partido, la madrileña.
Tras la partida del rey, la proclamación de la República y la convocatoria
de un gobierno provisional para elecciones a Cortes Constituyentes,
Juan Negrín resultó ser un candidato indiscutible para el
Partido Socialista de las islas Canarias. Todos los que respaldaban la
República compartían una gran esperanza: que el nuevo régimen pudiera
proporcionar un sistema político eficiente y honesto, basado
en ideales de justicia social, y capaz de sustituir al régimen corrupto,
y a veces represivo, que había predominado hasta entonces. Los dirigentes
políticos y los ciudadanos de todas las clases sociales con mayor conciencia política tenían una idea mucho más clara y definida
de lo que tenía que ser el ideal de comportamiento ético que las reformas
económicas y sociales específicas que deberían llevarse a
cabo. Como muestra de buena voluntad y optimismo en estas primeras
elecciones, plenamente democráticas para la parte masculina de
la población, los partidos republicanos de clase media y los socialistas
presentaron listas conjuntas. En el distrito electoral de Las Palmas
de Gran Canaria, la coalición estaba formada por dos federalistas,
un miembro del partido radical de Alejandro Lerroux, el
principal partido republicano «histórico», y dos socialistas, el catedrático
Juan Negrín y el doctor Marcelino Pascua, especialista en temas
de salud pública.
Negrín preparó con esmero varios discursos pronunciados durante
la campaña electoral y poco después de la victoria de la coalición
el 28 de junio de 1931. En ellos explicaba sus expectativas con respecto
a la nueva Constitución y al futuro inmediato de la nueva República.
Varios periodistas que de hecho asistieron a los discursos
(no siempre ocurre así hoy en día) publicaron reseñas en cuatro periódicos
de Las Palmas. Las cuatro reseñas explican prácticamente lo
mismo, de modo que considero son un resumen fiel y razonablemente
objetivo del pensamiento y opiniones del doctor Negrín en el momento
en que se comprometió plenamente, con optimismo y vigor, a
participar en la creación de un régimen republicano progresista.9
El principal objetivo de la nueva Constitución era proporcionar
un marco para las libertades políticas y económicas. Debía incluir
además un método claramente definido para incorporar enmiendas,
a fin de que pudieran introducirse las modificaciones necesarias en
función de las nuevas necesidades que surgieran. El voto para las
mujeres y la elaboración de una ley de divorcio tenían que estar entre
las tareas prioritarias de los diputados. Negrín estaba a favor del federalismo,
en el sentido de traspasar a las regiones geográficas y a
los municipios españoles el poder excesivamente centralizado de la
monarquía. No hay comentarios en cuanto a que las diferentes lenguas,
o susceptibilidades étnicas, o tipos sanguíneos, puedan servir
como punto de partida para establecer diferentes autonomías políticas.
Piensa en la autonomía de gestión para los asuntos regionales y
municipales de toda la población, dentro de un solo país unificado,
un país que ha sido una monarquía hereditaria hasta fecha reciente y
ahora es una república democrática.
Habla de la necesidad de una educación primaria y secundaria
para todos, que ha de ser responsabilidad del Estado, y gratuita. Debería
haber separación entre Iglesia y Estado, ya que uno de los requisitos
para la libertad política es que a nadie se le ha de obligar a
reconocer derechos específicos para una religión determinada. No
desea que se cierren los numerosos colegios católicos que existen,
pero insiste en que el Ministerio de Instrucción debe preocuparse por
que todas las horas escolares se dediquen a instrucción, sin proselitismo
religioso.
Establece un paralelismo aproximado entre el fascismo y el bolchevismo.
El fascismo comenzó con la marcha de trabajadores (sic!)
sobre Roma, pero luego degeneró en la dictadura personal de Mussolini.
El bolchevismo se llamaba a sí mismo la dictadura del proletariado,
pero de hecho se había convertido en la dictadura de un reducido
comité dominado por Stalin. «Ambos quedan fuera para dar enseñanzas
a la Constitución Española.» En el caso de España, estaba a
favor de fijar un plazo de duración para el cargo de presidente, así
como de establecer una elección indirecta, «para evitar caudillajes».
Uno de los cuatro periódicos cita una frase que quizá no se recogió
exactamente pero que no obstante, y en mi opinión, puede dar
luz acerca de la complejidad del pensamiento político de Negrín. Se
remitía al «sentimiento de la propiedad individual, así como a la necesidad
de utilizar como acicate para la obra, los radicalismos y extremismos
».10 Después de haber leído muchos discursos y declaraciones
de Negrín, estoy convencido de que él creía en el principio de
la responsabilidad individual que a cada persona le corresponde por
su comportamiento económico y social. Pero también simpatizaba
con muchos principios explícitos de diversas formas de socialismo y
anarquismo. Dijo muchas veces que se había afiliado al Partido Socialista
porque su programa y actividades eran aquellos que, en su
opinión, mejor podían ayudar a la modernización de la España en la
que había nacido. De ahí se deriva la plena libertad de expresión política
y el uso, en circunstancias adecuadas, de «radicalismos y extremismos
» para alcanzar una sociedad más justa e igualitaria.
Pero no estaba dispuesto a tolerar la violencia física, y tuvo el valor
de enfrentarse a ella directamente. Justo después de uno de sus
discursos en la campaña electoral, un grupo de personas que gritaba
«Viva la República» atacó las dependencias del periódico conservador
El Liberal y prendió fuego al mobiliario. Según La Crónica
del 27 de junio, varias personas, incluidos Negrín y el presidente del
Partido Socialista local, «trataron de interponerse para disuadir a la
masa de sus propósitos, y fueron rechazados por los mismos que les
acababan de aplaudir». En los años siguientes, Negrín se vería involucrado
en situaciones similares.
El doctor Negrín fue miembro de la minoría socialista en las tres
Cortes republicanas, las de 1931, 1933 y 1936. Por decisión propia
no pronunció discursos acerca de la legislatura en su conjunto.
Aprovechando sus conocimientos financieros y su habilidad para las
lenguas, el partido le designó para el Comité de Finanzas y en varias
ocasiones representó a España en los encuentros sindicales internacionales
celebrados en Ginebra. No fue miembro del comité encargado
de redactar la Constitución durante el verano de 1931, pero a
menudo asistía a las reuniones y hacía sugerencias al respecto. Como
médico, conocía un poco a Largo Caballero y, como era uno de los
pocos diputados socialistas que poseía coche, a menudo lo utilizaba
para llevarle a reuniones o para alejarle de la vigilancia policial. En
estos años pasó a ser un defensor acérrimo y amigo personal de Indalecio
Prieto, el menos dogmático y con mejores conocimientos
económicos y financieros entre los dirigentes del PSOE.
Durante el período 1933-1936, estimulado en parte por el alza
espectacular del partido nazi en Alemania y en parte también por la
desilusión ante la lentitud de las reformas durante el período de las
Cortes Constituyentes, el Partido Socialista Español se dividió en
dos grupos literalmente irreconciliables. En 1931 Largo Caballero,
que se había opuesto a la participación de los socialistas en el gobierno
de una república «burguesa», había aceptado no obstante la cartera
de ministro de Trabajo. Pero a mediados de 1933 estaba muy
amargado y desilusionado por las huelgas anarquistas y los sabotajes
de la derecha a la nueva legislación social en el ámbito local, donde
la actitud de los funcionarios conservadores era poco más o me-
nos la de «obedezco pero no cumplo». Al mismo tiempo, su mentor
y amigo personal, Luis Araquistáin, el primer embajador de la República
en Alemania, estaba horrorizado ante la facilidad con que Hitler
no sólo había destruido la República de Weimar, sino que tampoco
había encontrado una oposición seria cuando prosiguió con la
destrucción del partido socialdemócrata, del comunista y de los sindicatos,
y comenzó con el asalto despiadado a la comunidad judía.
Por otra parte, a comienzos de la década de 1930 eran muchos los
simpatizantes anarquistas y socialistas que volvían los ojos hacia la
Unión Soviética como si fuera en parte un modelo para el futuro. Criticaban
la dictadura centralizadora y vertical, pero admiraban el éxito
aparente en la industrialización de una gigantesca sociedad agrícola
y atrasada y la drástica disminución del desempleo entre los
campesinos pobres. Y muy especialmente, a la vista de la amenaza racista
de Hitler contra el «bolchevismo judío internacional», sus simpatías
estaban con la Unión Soviética. Esta mezcla de desilusión local,
optimismo con respecto al desarrollo económico soviético y
reacción moral contra el fascismo, desembocó en un rápido giro a la
izquierda de los trabajadores de la UGT leales a Largo Caballero, de
los obreros anarquistas «conscientes» que no eran ni total ni dogmáticamente
«antipolíticos», y de los estudiantes y los intelectuales que
ya leían a Marx, Kautsky, Lenin, Trotski, Bujarin y los periódicos
doctrinarios tanto socialistas como comunistas.
Los seguidores de Indalecio Prieto, el principal líder político-intelectual
de la minoría socialista en las Cortes, estaban sin duda tan
abrumados como los caballeristas por el comportamiento de los nazis.
Pero reconocían que era indispensable mantener la coalición de
republicanos y socialistas que había ganado las elecciones de junio
1931, que había elaborado la Constitución y aprobado un número
significativo de reformas económicas que favorecían a los trabajadores
agrícolas e industriales; que también había establecido la separación
entre Iglesia y Estado, y que había iniciado la secularización
general de los sistemas educativo y legal. La legislación electoral republicana
favorecía deliberadamente la formación de coaliciones,
con el fin de evitar la atomización de partidos que había infestado a
los estados vecinos como Francia, Portugal e Italia. Prieto advirtió al
grupo de Caballero que rechazar la coalición de los años de las Cortes
Constituyentes llevaría a la victoria a la nueva coalición conservadora
y católica liderada por Gil Robles y Alejando Lerroux. Esto
es exactamente lo que ocurrió en noviembre de 1933, y las Cortes de
los dos años siguientes hasta diciembre 1935 lograron revocar parte
de las principales reformas del período 1931-1933.11
Si hay una sola y sencilla razón por la que Negrín pensaba que el
Partido Socialista era el único partido capaz de modernizar España
bajo un gobierno civil, es porque sus dirigentes eran además seres
pensantes: Julián Besteiro, Largo Caballero, Luis Araquistáin, Julio
Álvarez del Vayo, y sobre todo, Indalecio Prieto, y porque contaba
además con el apoyo y fidelidad de miles de trabajadores industriales
y oficinistas de la UGT. Mientras que los diversos partidos republicanos
eran grupos reducidos bajo el liderazgo de profesionales de
clase media que creían en la libertad política y religiosa, en elecciones
con recuento de votos justo y en formas graduales de legislación
social que mejorasen las condiciones de vida de los pobres. En este
grupo, el líder más fuerte con diferencia era Manuel Azaña. Él y
Prieto habían sido los arquitectos de la coalición republicanosocialista
durante el período 1931-1933 y después de perder las elecciones
de noviembre 1933, ambos líderes volvieron a trabajar con denuedo
para reconstruir la coalición.
Entre tanto, durante el bienio 1934-1935, en los partidos a la izquierda
de los socialistas de Prieto, empezó a desarrollarse un doble
movimiento contradictorio. Gran parte de los seguidores de Largo
Caballero en la UGT, así como un conjunto de estudiantes universitarios
y de intelectuales de izquierdas en general, se convencieron,
como siempre habían dicho los marxistas ortodoxos, que era necesaria
una revolución y que ningún partido republicano «burgués»
colaboraría con dicha revolución. Dado que gran parte de estos estudiantes
e intelectuales eran de clase media, aun cuando no fueran ricos,
es muy posible, tal como sugiere Preston en su libro, que la mayoría
no tuviera la más mínima idea de la realidad aplastante de
desempleo, miseria y hambre que imperaba en los pueblos agrícolas
del sur de España. Sin embargo, con pasmosa ingenuidad, de alguna
forma se autoconvencieron de que primero tenía que ocurrir una revolución
burguesa, probablemente en el plazo de pocos años, y que
las propias «contradicciones internas» de esta revolución burguesa
llevarían rápidamente a una revolución del proletariado que voluntariamente
colectivizaría la economía, pondría fin a la lucha de clases
y establecería una forma de comunismo menos rígido y menos
centralizado que el que existía en la Unión Soviética. Numerosísimos
miembros jóvenes tanto del PSOE como de la UGT, así como su
incuestionable líder Francisco Largo Caballero, acabaron compartiendo
esta ilusión. Mientras, en España gobernaban diversos gabinetes
de coalición conservadora que se las ingeniaron para eludir la
nueva legislación social, verdaderamente moderada, y mantener su
tradicional poder económico mediante el control del empleo y la
presencia del cuerpo armado que tradicionalmente les había protegido,
es decir la Guardia Civil.
Al mismo tiempo que se producía esta evolución de la clase trabajadora
hacia la izquierda, los partidos comun

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